miércoles, 2 de mayo de 2012

ESTAS SON VARIAS VERSIONES DE CAPERUCITA, PARA QUE LAS DISFRUTEN Y SE ANIMEN A PENSAR OTRAS




CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.

Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:

-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

-¿Vive muy lejos?, le dijo el lobo
.
-¡Oh, sí!, dijo Caperucita Roja, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.

-Pues bien, dijo el lobo, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.

-¿Quién es?

-Es su nieta, Caperucita Roja, dijo el lobo, disfrazando la voz, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:

-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.

-¿Quién es?

Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:

-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.

Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:

-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!

-Es para abrazarte mejor, hija mía.

-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!

-Es para correr mejor, hija mía.

Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!

-Es para oír mejor, hija mía.

-Abuela, ¡que ojos tan grandes tiene!

-Es para ver mejor, hija mía.

-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!

-¡Para comerte mejor!

Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.

MORALEJA
Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.

CHARLES PERRAULT




CAPERUCITA ROJA (Es esta una versión muy lógica, en ella es claro que una persona no puede ser devorada y quedar viva)

Había una vez...
...Una niñita que vivía con su madre cerca de un gran bosque. Al otro lado del bosque vivía su abuelita, que sabía hacer manualidades y un día le había realizado una preciosa caperucita roja a su nietita, y ésta la usaba tan continuamente, que todos la conocían como Caperucita Roja.
Un día la madre le dijo:
-Vamos a ver si eres capaz de ir solita a casa de tu abuelita. Llévale estos alimentos y este pote de mantequilla y pregúntale cómo se encuentra, pero ten mucho cuidado durante el camino por el bosque y no te detengas a hablar con nadie.
Así, Caperucita Roja, llevando su cestito, fue por el bosque a visitar a su abuelita. En el camino la observó el lobo feroz, desde detrás de algunos árboles. Tuvo ganas de devorar a la niña, pero no se atrevió, pues escuchó muy cerca a los leñadores trabajando en el bosque.
El lobo, con su voz más amistosa, preguntó:
-¿Dónde vas, querida Caperucita? ¿A quién llevas esa canasta con alimentos?
-Voy a ver a mi abuelita, que vive en la casa blanca al otro extremo del bosque -respondió Caperucita Roja, sin hacer caso a lo que le había recomendado su mamá y sin saber que es muy peligroso que las niñas hablen con los lobos.
-Tus piernas son muy cortas y no pueden llevarte allá rápidamente; yo me adelantaré y le diré a tu abuelita que la vas a visitar -dijo el lobo pensando comerse a las dos.
Caperucita Roja se entretuvo en el camino recogiendo flores silvestres. Mientras tanto el hambriento lobo feroz se dirigió con mucha rapidez a la casa donde vivía la abuelita. Estaba muy impaciente porque no había comido en tres días.
Sin embargo, la abuelita se había ido muy temprano para el pueblo, y el lobo encontró la casa vacía.
 Poniéndose el gorro de dormir de la anciana, se metió en la cama y esperó a Caperucita Roja. Cuando la niña entró en la casa, se asustó porque encontró a su abuelita en cama y le pareció muy extraña.
-¡Oh! ¡Abuelita! -exclamó Caperucita Roja-, ¡qué orejas más grandes que tienes!
-Son para escucharte mejor -dijo el lobo.
-Abuelita, ¡qué ojos más grandes tú tienes!
-Son para verte mejor, querida nieta.
-Abuelita, ¡qué dientes más grandes que tienes!
-Son para comerte mejor -gritó el lobo saltando de la cama.
Un leñador que se encontraba cerca escuchó a Caperucita Roja que pedía socorro por la ventana. Tomando su hacha corrió hacia la casa para salvarla.
Antes que el lobo pudiera hacer daño a Caperucita Roja, el leñador le dio muerte de un tremendo hachazo. Luego lo arrastró hasta el bosque Y en ese momento la abuelita regresaba a su hogar, lo que hizo tranquilizar a Caperucita y pasar un rato de alegría junto a ella.



Autor
Francisco Javier Bernard Morales
Título
CAPERUCITA ROJA (Versión para teatro infantil)

El escenario representa: a la derecha la casa de Caperucita, en la que se ven una mesa y tres sillas, dispuestas de modo que ninguna da la espalda a los espectadores, sobre la mesa, una tarta con velas; en el centro, el bosque, con árboles, pajaritos y conejitos —representados por niños—; a la izquierda, la casa de la abuelita con una cama
   
ESCENA PRIMERA
 
Caperucita —que aún no lleva puesta la caperuza— y su madre están sentadas a la mesa. La niña no cesa de relamerse mientras mira la tarta. No puede aguantar más, así que unta el dedo en ella y luego se lo lleva a la boca. Mientras ellas hablan, la abuelita sale de su casa y cruza el bosque. Lleva un paquete en la mano.
 
Mamá:           No me gusta que seas tan golosa. Es de muy mala educación comer con los dedos. Además, tenemos que esperar a la abuelita.
 
Caperucita:  Mamá, es que tarda mucho y tengo hambre. ¿Qué me regalará?
 
La abuelita llega a la casa de Caperucita.
 
Abuelita:       ¡Hola! ¿Cómo estáis? ¡Qué nieta más guapa tengo! ¡Felicidades!
 
Caperucita y su madre se levantan para besar y abrazar a la abuela
 
Mamá:           ¡Qué alegría verte!
 
Caperucita:  ¿Ya nos podemos comer la tarta?
 
Abuelita:       Abre primero tu regalo
 
Caperucita desenvuelve el regalo
 
Caperucita:  ¡Ay! ¡Qué nervios! ¡Qué capa tan bonita! ¡Qué caperuza más roja!
 
Caperucita besa a la abuela y las tres se sientan a la mesa. Se oye la canción Cumpleaños Feliz y Caperucita sopla como si apagara las velas. Después fingen comer.
 
Abuelita:       Me voy a marchar porque no quiero que se me haga de noche por el camino
 
Las tres se levantan
 
Mamá:           Ten mucho cuidado con el lobo.
 
Abuelita:       No te preocupes. El lobo se ha marchado a la ciudad porque, como allí vive más gente, cree que va a encontrar más comida
 
Caperucita:  Adiós, abuelita.
 
La abuelita se marcha por el bosque. Baja la intensidad de la luz para indicar que anochece
   
ESCENA SEGUNDA
 
Aumenta la luz para señalar el amanecer. Caperucita —ya lleva puesta la capa— y su mamá están en su casa. La abuelita en la suya, metida en la cama. En el bosque, el lobo.
 
Lobo: ¡Vaya idea mala tuve con irme a la ciudad! ¡Todo está lleno de coches! ¡De milagro no me mató un autobús! La ciudad no es para mí. Menos mal que ya estoy otra vez en el bosque. Voy a descansar un rato y luego buscará a alguien para desayunar.
 
Se esconde entre los árboles
 
Mamá:           ¡Caperucita! Acaba de llamar la abuelita. Está un poco enferma y se ha quedado en la cama, así que acércate a su casa y llévale esta cestita con un pastel y un tarrito de miel.
 
Caperucita:  Pero mamá,. Si lo que tendrá será una indigestión por la tarta. ¿No será mejor que le prepares una manzanilla?
 
Mamá:           No me gusta que seas tan sabihonda y tan repipi. Harás lo que te digo.
 
Caperucita:   Bueno. Tampoco es para que me regañes.
 
Mamá:           ¡Ah! Aunque se ha ido el lobo, ten mucho cuidado y no te entretengas. Yo, mientras, voy un rato a charlar con las vecinas.
 
La mamá se marcha por la derecha. Caperucita sale al bosque. Da vueltas por el escenario. Se agacha como si cogiera flores. Se sienta a escuchar el canto de los pájaros. Se tumba en el suelo. Se levanta. Salta. Todo al ritmo de la música
 
Conejitos:    ¿Dónde vas Caperucita, tan de mañana con una capita de lana?
 
Caperucita:  A casa de mi abuelita, a llevarle este pastel y este tarrito de miel.
 
El lobo, sin que le vean, se asoma entre los árboles
 
Lobo: ¡Qué suerte! Una niña ¡Qué tierna debe de estar!
 
Se oculta de nuevo
 
Árboles:        ¡Caperucita! ¡Caperucita! ¿Estás perdida? ¿Qué buscas?
 
Caperucita:  Voy a casa de mi abuelita. Le llevo un pastel y un tarrito de miel.
 
Árboles:        Sigue ese camino y ten mucho cuidado
 
Vuelve a asomarse el lobo
 
Lobo: Se me hace la boca agua. Pero si me la como aquí, seguro que algún chivato le lleva el cuento a su madre y me busca un lío.
 
Se esconde
 
Pajaritos:      ¡Oh, linda niña! Hace una hermosa mañana
 
Caperucita:  Sí. Brilla el sol entre nubes de algodón.
 
Se asoma el lobo
 
Lobo: Pues sí que es cursi la pobre. En fin, la voy a engañar par comérmela tranquilamente en casa de su abuela. Allí nadie me molestará.
 
El lobo sale al encuentro de Caperucita
 
Caperucita:  ¡Buenos días, señor! ¿Sabe usted por dónde podría ir a casa de mi abuelita? La pobre tiene un empacho de tarta y mi mamá se ha empeñado en que le lleve un pastel y un tarrito de miel.
 
Lobo: Pues le iría mejor un poco de bicarbonato. En fin, vete por ese camino. Ya verás que pronto llegas.
 
Caperucita:  ¡Muchas gracias, señor! Es usted muy amable y muy simpático. Hasta luego.
 
Se marcha dando vueltas por el bosque.
 
Lobo: Sí que ha sido fácil engañarla.
 
Se oye una música amenazadora
   
ESCENA TERCERA
 
El lobo se ha aproximado a la casa de la abuelita, quien está tumbada en la cama. Caperucita sigue dando vueltas por el bosque. Entre los árboles se ve a los cazadores.
 
Abuelita:       ¿Quién viene?
 
Lobo (disimulando la voz):           Soy yo. Tu nieta Caperucita. Te traigo un pastel y un tarrito de miel
 
Abuelita:       ¡Vaya! Más dulces. Si me los como reviento. Pero, bueno, cariño, pasa.
 
Entra el lobo. La abuela se desmaya al verle
 
Lobo: La vieja se ha desmayado. Mejor. La esconderé y si después de comerme a Caperucita todavía tengo hambre me servirá de postre, aunque debe de estar un poco dura.
 
El lobo saca a la abuelita de la cama y ocupa su lugar. Llega Caperucita
 
Caperucita:  ¡Abuelita! ¡Ya estoy aquí! Traigo un pastel y un tarrito de miel.
 
Lobo (disimulando la voz)            Entra, hijita, entra. Siéntate a mi lado.
 
Conejitos:    ¡Cazadores! ¡Cazadores! Rápido, a casa de la abuelita.
 
Caperucita:  ¡Qué orejas más grandes tienes!
 
Lobo: Para oírte mejor
 
Árboles:        ¡Cazadores! ¡Cazadores! Corred, deprisa
 
Caperucita:  ¡Qué ojos más grandes tienes!
 
Lobo: Para verte mejor
 
Pajaritos:      ¡Cazadores! ¡Cazadores! Salvad a Caperucita
 
Caperucita:  ¡Qué boca más grande tienes!
 
Lobo: Para comerte mejor
 
El lobo se levanta y va hacia Caperucita, pero en ese momento entran los cazadores
 
Cazadores:  ¡Quieto si no quieres que te disparemos!
 
Lobo: Pero si sólo estamos jugando. ¿Verdad, Caperucita?
 
Caperucita:  ¡Mentira! Me querías comer.
 
Lobo: Pero si estoy a dieta. Además me he hecho vegetariano y macrobiótico
 
Cazadores:  Eso ya se lo explicarás al juez. Estás detenido.
 
Música y baile general





CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOS DE ROALD   DAHL

Estando una mañana haciendo el bobo,
 le entro un hambre espantosa al señor lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la abuela.
¿Puedo pasar, señora?, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: ¡Este, me come de un bocado!
y claro, no  se había equivocado:
se convirtió  la abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al lobo no le fue de gran ayuda:
sigo teniendo un hambre aterradora...
¡tendré que merendarme otra señora!.
y al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
¡esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la selva!
- que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España -.
Y por que no se viera su fiereza
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: ¿como estas abuela mía?
por cierto ¡me impresionan tus orejas!
- Para mejor oírte que la viejas
somos un poco sordas.

¡Abuelita, que ojos tan grandes tienes!.
claro, hijita
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte don Ernesto
el oculista, dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces mas rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: ¡que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!.
El lobo estupefacto, dijo: ¡un cuerno!
o no sabes el cuento o tu me mientes:
¡ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿me estas tomando el pelo? oye mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa.
pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y ¡pam! allí cayó la buena pieza
 ****
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el bosque... ¡pobrecita!
¿sabéis lo que llevaba la infeliz?
pues nada menos que un sobrepelliz
que a mi me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

 


Caperucita (Canción)
(Ismael Serrano)
Caperucita sólo tiene dieciséis primaveras sin flores papá le dice ven, Caperucita eres joven y tienes que aprender a ocuparte de la casa que serás una mujer.
Para que seas buena esposa y no envejezcas sola en la cama y la cocina has de saber alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo que te atrapa tu destino que has de ser madre y esposa y la pobre Caperucita llora;
Quiero volar lejos de aquí escapar,  dime mi bien quién me llorará si me dan alas y echo a volar; quiero dormir no quiero despertar, Quiero ser la lluvia al otro lado del cristal, quizás alguien me espere en la oscuridad.

Una fría tarde Caperucita iba a casa de su abuela a llevarle comida, cuando se encontró con un lobo feroz; dime dónde vas niña que te acompaño yo.


La muchacha se supo perdida; gritaba Caperucita, mientras la devoraba el lobo, bajo la falda del vestido estallaron los dormidos sueños que en la noche la mantenían viva, pobre Caperucita.
Quiero volar....
Una gris mañana Caperucita se casó vestida de blanco bella como una flor, su marido muy elegante otro lobo feroz y su padre orgulloso lloraba de emoción.
Ahora, cada noche el lobo la devora clava sus dientes y llora caperucita mientras espera a que un aullido le diga que el dormido animal despertó, después descansa tranquilo el malvado lobo feroz.
La cara de caperucita alumbra una sonrisa mientras mece una cuna en ella está una niña, quizás futura oveja para un lobo feroz a no ser que afortunada la rescate tu amor.
Caperucita la arrulla contra el pecho y un murmullo lento lleno de esperanza y vida canta Caperucita;
quiero volar...
quiero volaaaaaaaaaaaaaaaaar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario